Capítulo 14

Después del pequeño gran baño en el cual, Carolina y yo tuvimos la misma idea de echar a Ariadna al agua, con la ayuda de los chicos, helados y resguardados por el calor de la hoguera que hicieron Antonio y Carlos, este último quiso hablar con Carolina en privado y luego llamó a Ariadna, lo cual, yo me quedé a solas con Antonio.
Nuestras miradas cada vez eran más dulces y a la vez incómodas, dulces por lo que empezamos a sentir el uno por el otro, incómodas porque hacía solo unas horas, estuvimos a punto de besarnos.
Pero él empezó a mirar a los tres, sus ojos cada vez se entrecerraban más.
-No sé que estará tramando... -murmuró para sí.
-¿Puedo hacerte una pregunta? -le pregunté a Becer.
Entonces puso media atención en mí, la otra media estaba puesta en los demás.
-Tus preguntas están empezando a darme miedo... pero sí. Dispara.
-Ese Gravensed... ¿qué te hizo para que lo odies?
-No es lo que me hiciera ni me dejara de hacer, aquello lo supere y ya me trae sin cuidado... es lo que quiere hacer.
Sus ojos se tornaban cada vez más oscuros.
-¿Qué quieres hacer?
-Escúchame... yo siempre he ido detrás suya, a sus órdenes, lo que ha hecho de mí no es algo de lo que yo puedo estar orgulloso. 
-¿Qué cosas has hecho? -le pregunté medio intrigada y medio con miedo a lo que podía decirme.
-Son cosas que espero que tú nunca las sepas. Es algo que antes no me importaba lo más mínimo, pero ahora mismo, me siento asqueroso por todo lo que hice en mi pasado. Pero es algo que espero no tener que repetir.
Vi algo en él que me hizo pensar, pero no volví a preguntar nada más. 


-Supongo que llega el momento de que nos contéis algo más sobre ese País y sobre nosotras, ¿no? -Pregunté sin más miramientos mientras desayunábamos.

-No sabría por donde empezar... Quien más lo ha visto ha sido Carlos, así que quizá sea el más apropiado para la ocasión. -Y así fue como se escurrió el bulto Antonio.
-Eso... ¿Por qué no nos hablas de ti? -Ariadna le miraba con fascinación e intriga.
-Pensaba que tenía que hablar de vosotras y de ese mundo... -Se le escapó una sonrisa a Carlos. -Haber por donde empiezo... Aquel mundo es precioso, lleno de vida y de sueños cumplidos. De pequeño me acuerdo que hacían hogueras para rememorar a las "niñas perdidas". Las hadas cantaban durante todo el día y otras durante toda la noche. -Becer y yo nos quedamos mirando cuando dijo eso y comprendí lo que dijo sobre los cánticos de las hadas. -Vosotras procedéis de las hadas, literalmente, sois hadas. Perdisteis las alas al llegar a este mundo. Vuestros poderes se canalizaron para ocultaros de las amenazas, pero al juntaros las tres todo se vino abajo. Por eso volví al pueblo, os sentí y pensé que si yo os había sentido, quizá otro ser maligno también os habría sentido. -Esta vez no miró a Ari, si no, a Becer y por algún extraño motivo sentí que había algo más que un apoyo entre ellos.




Pasaron unos días y seguíamos escondidos en el mismo sitio, Ariadna no paraba de preguntar que era lo que nos perseguía y qué teníamos nosotras que ver con todo esto... por muchos poderes y almas especiales tuviéramos, pero nadie le respondía.
Por ahora, los únicos que tenían las respuestas a todo aquello eran los chicos y Carolina. Esta se mantenía callada y en todo momento apartada. Hasta que al cuarto día confirmó que se iba.
-No puedes irte. -Saltó Antonio casi al borde de la histeria. -Todo lo que nos estamos jugando Carlos y yo... y tú quieres irte.
-Pues lo haré. Nadie puede impedírmelo y lo sabes. -Hablaba casi como una amenaza.
-Muy bien... vete. Ve directa a la muerte.
-¡No hay nadie en ese pueblo que pueda hacernos daño! -gritó de repente.
-Ya, claro... ¿y tú cómo lo sabes, eh? -preguntó Becer.
-Porque he ido. -Su voz sonó tenebrosa a nuestros oídos.
-¿Qué? Pero... ¿de verdad tu estás cuerda?
Becer se veía así mismo temeroso por hablarle de esa manera pero totalmente natural por preguntarle tal cosa. Yo no entendía nada de lo que seguía pasando, hacía unos minutos todo estaba medio bien y ahora todo se estaba torciendo a cada momento.
-¡Te hablaré cómo vea conveniente! Aún no eres la soberana y lo sabes que no puedes hacer nada contra ninguno.
-¿Y qué? Contéstame, ¿para qué me necesitáis? Yo sabré cuándo estoy en peligro, si alguien me sigue o deja de hacerlo, ¿para qué?
-Parece mentira que seas tú precisamente la que lee las mentes... de verdad que lo parece.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que ellas sin ti, no pueden protegerse, no pueden hacer nada. ¿Acaso no lo comprendes? -nos señalaba a Ariadna y a mí. -No tendrán fuerza si no estás tú.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Capítulo 10

Capítulo 27