Capítulo 32

Sentí miedo cuando vi a Silvia correr, no sabia por qué ni qué le hizo dar la vuelta e irse corriendo de esa manera, la seguí y en mi vida la había visto tan hermosa como aquel momento... me situé un poco más atrás, curioso y expectante. Vi como se agachaba detrás de un arbusto y me fijé en que más adelante había un jabalí revolcándose en la tierra, fui a detenerla pero pensé que le vendría bien actuar por sí sola. Ni si quiera se dio cuenta que yo la estaba siguiendo y eso me divirtió. 
Lo que vi después me desencajó por completo, sabía que ella tenía poder, pero no hasta ese punto. Era extraordinario verla tocar y sentir la tierra, cerró los ojos y su cuerpo empezó a iluminarse, lo que significaba que se comunicaba con la tierra, no se exactamente describir que fue lo que pasó, pero de repente el jabalí cerró sus enormes ojos y... murió. Simplemente murió. Mi pequeña consiguió comida de la manera mas bárbara que jamás había visto con mis ojos, encima, de una pieza como esa, un jabalí... ni si quiera yo me atrevería a cazar un jabalí si no era con una flecha y a 300 metros de distancia y ella lo hizo a 5 metros y sin ningún arma más que ella misma.
Se levantó y se dio cuenta por fin de que yo estaba ahí, se ruborizó y bajó la cabeza.
-No. -Me miró con sorpresa. -No debes bajar la cabeza nunca por lo que has hecho. -Le replicaba mientras me iba acercando a ella. -Lo que acabas de hacer ha sido admirable... 
-Bueno... -contestó mientras giraba su cabeza para señalar al jabalí. -Ya tenemos comida, ¿ahora cómo la llevamos?
No me podía creer que le diera tan poca importancia a lo sucedido.
-Yo lo llevaré. 
Me acerqué al jabalí y me lo subí a los hombros. 

De vuelta al merendero nos encontramos con Carlos y Ari, ellos encontraron bayas y nueces.
-¡Es increíble! Becer eres un fenómeno, yo jamás me atrevería a cazar un jabalí. -Me alagó Carlos.
-No he sido yo... -murmuré señalando a Silvia asombrado aún.
-No... ¿has dejado que cace un jabalí? ¿Eres idiota? La podría haber matado.
-Pero no lo ha hecho, así que no me regañes. 
-Pero, ¿cómo? -Por fin se dio cuenta de la situación.
-Aún no estoy seguro, pero fue increíble Carlos, tocó la tierra y de repente el jabalí cerró los ojos y murió, sin más.
Carlos miró incrédulo a Silvia por mis palabras.
Pero, ¿cómo? -Repitió. Ari se unió cuando escuchó lo que ocurrió.
Los tres miramos a Silvia esperando una respuesta.
-Pues... no sé, simplemente me dejé guiar y... no sé, no sé como pasó... simplemente 
pasó. -Murmuraba cabizbaja. 
-¿Simplemente pasó? ¿No te das cuenta de la envergadura de esto? -Replicó Carlos. 
-¿Pero qué es lo que pasa? Simplemente sucedió... no sé que tiene todo esto de malo. No lo entiendo... sólo toqué la tierra, la sentí, me comuniqué con ella, le prometí cuidarla siempre y sintió que teníamos hambre y nos dio comida... -De repente sus palabras salieron disparadas sin darse apenas cuenta. -Ella sólo nos dio lo que necesitábamos, ¿qué hay de malo en eso? Simplemente... ocurrió, yo no elegí todo esto, yo no elegí la muerte de mis padres, ni elegí que volvieran a resucitar, no elegí esta vida, ni estos... poderes, tampoco los quise ni los pedí, no, no, no, no quiero nada de esto... -Cuando quiso darse cuenta ya era tarde, nos miró atónita, sin saber si quiera lo que le acababa de pasar.
Ari fue a acercarse a ella cuando la paré.
-Por favor, déjame a mí. -Le pedí.
Silvia se dio la vuelta y empezó a caminar, sin esperar a nadie. Conseguí seguir su paso y me puse a su lado. La miré de reojo y le cogí la mano entrelazando mis dedos con los suyos.
-Estoy a tu lado... tranquila.
-Ese es el problema... que no puedo estar tranquila. -Se paró y me miró y mi mundo se derrumbó por completo, tenían lágrimas en los ojos al borde del colapso. -Todos me decís lo mismo... y los dos únicos momentos de paz que he tenido han sido... -Y paró.
-¿Han sido cuándo...? -Contéstame. Te lo suplico.
-Déjalo, es una tontería... 
-Por favor... cuenta conmigo. Sabes que no voy a juzgarte. -Soy el menos indicado para hacerlo.
Se quedó callada por un momento y dudé en que me diría la verdad o no.
-Una... cuando toqué la tierra, me sentí bien, en paz conmigo misma... -Bien, una, por favor... dime que la segunda es por mí... por favor, Becer, deja de soñar.
-¿La otra? -No respone. -¿La otra?
Suspiró.
-Cuando te encontré en la Fortaleza y me abrazaste sin razón alguna... -Claro, te necesitaba y sabía que te habías mareado, ¿que haría si no?. -Contigo me sentí liberada, me siento liberada, siento que puedo ser real, que no tengo que dar otra imagen, que puedo ser yo misma...
-Oh... mi pequeña... -Dios... me ha salido solo... pero ya lo he dicho así que es hora de pasar a la acción. Pequeña, no me rechaces.
La besé. Le cogí por las caderas y la besé. Y fue como tocar el cielo con mis propias manos, era dulce y cálido, nuestros labios se acompasaban mientras notaba como nuestros cuerpos empezaban a arder, literalmente.


















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