Capítulo 31

Llegamos a un bosque provisto de cabañas, las cuales dejamos por fin atrás. Solo encontramos un pequeño merendero echa exclusivamente de hojas y ramas crecidas del mismísimo suelo.
No me separe en ningún momento de los brazos de Becer, con el me sentía completamente segura, sentía que con él todo iba bien y que nada malo podía pasar. Sentía como sus brazos apretaban cuando yo respiraba muy profundo y como su manos me acariciaban inconscientemente cuando yo le abrazaba con más fuerza necesitando su apoyo.
Nadie habló en todo el camino, hasta que la primera tripa empezó a sonar por el hambre, en ese instante nos dimos cuento del largo camino que habíamos hecho sin darnos apenas cuenta y del llanto pase a la risa. Becer me miraba como si estuviera loca, pero una risa más me acompañó, Ari.
-¿Qué os pasa? -preguntó Carlos extrañado.
Me solté de los brazos de Becer y caí al suelo junto con Ari y no sé en que momento pensééramos  en cuando nos conocimos.
-Ari... -le dije cuando pude dejar de reír. -Recuerdo cuando nos conocimos y pensé que jamás iba a ser tu amiga... y míranos ahora... -seguí hablando mientras miraba a nuestro alrededor.
Los chicos se sentaron en las sillas y Ari se tumbó en el frescor del suelo y la acompañé.
-Si que lo recuerdo... y llegué a tener miedo por ti, por tu mirada de odio mezclado con asco... -A pesar de lo que dijo siguió riendo.
-No era odio ni asco... en realidad, sentí pena, no en el mal sentido, claro, pero sentí pena porque estabas igual de sola que yo y a pesar de eso yo te rechazaba una y otra vez porque no quería meterte en mi mundo de soledad.
No relajamos y de repente me acordé de algo y quise vengarme, así que le di con un dedo en el brazo una y otra vez.
-En clase no se puede escuchar música, en clase no se puede escuchar música... -repetí con una risa burlona en la cara.
-¡Oh dios! No me puedo creer que te acuerdes de eso.
Nuestras risas empezaron a subir de nivel.
-¡Claro que me acuerdo! Quise vengarme en el momento en que dejaste de hacerlo.
-Fui muy molesta... Lo siento.
-No pidas perdón, en el fondo fue lo mejor que me pasó en mucho tiempo.
Carlos y Becer nos miraban como si estuviéramos locas pero nos dejaron hacer, aunque, ellos también tenían una sonrisa en la cara, sus ojos reflejaban una chispa de preocupación.
-¿Qué crees que estaríamos haciendo ahora en la Tierra si no hubiera pasado nada de esto? -La pregunta de Ari hizo que respingara.
-Pues... supongo que tu seguirías dándome con el dedo en el brazo por escuchar música y yo estaría yendo a hablar con el director para decirme lo importante que es ser amable con los demás y bla, bla, bla... ¿Y tú?
-Yo... pienso que tu seguirías estando sola y yo... también estaría sola. - La miré y le cogí de la mano.
Entonces me di cuenta de lo mucho que nos habíamos necesitado las dos y nunca lo hubiéramos reconocido.
-Pero ya no estaremos solas, ¿no? -Su sonrisa se ensanchó en cuanto le pregunté.
-No. -Contestamos las dos en modo de promesa.
Su barriga rugió de hambre de nuevo, me dispuse a levantarme para buscar algo de comida cuándo mi cuerpo sintió vértigo y volví a mi sitio, miré al rededor por si alguien se había dado cuenta y agradecí que no, pues no los quería otra vez a todos encima mía preocupándose y diciéndome que descanse. Volví a intentarlo pero esta vez más despacio, controlando cada uno de mis movimientos. Conseguí levantarme y noté en mi nuca la respiración de Becer. Cerré los ojos sintiéndole detrás mía, disfrutando de ese momento.
-¿Tienes hambre? -me susurró. Y sentí como mi sangre ardió por un segundo.
-S-si... -mi voz salió atropellada de mi boca. Me di media vuelta y vi en sus ojos esa chispa de maldad que tanto me impresionó la primera vez. Su sonrisa se ensanchaba cada vez más viendo mi boca tartamudear.
-Bien, pues vamos a por comida. -me cogió de la mano y me miró a los ojos. -No quiero que vuelvas a caer.
¿Me había visto?
Asentí con la cabeza y le agarré la mano con fuerza. Acordamos separarnos para encontrar más comida. Vi a Carlos y Ari alejarse y miré a Becer con aprobación.

Verlo cazar hizo que me subiera la sangre al cerebro con rapidez, su sigilo y destreza me tenían impresionada. Nunca lo había visto así, pero ver como se quitaba la camiseta y hacía una trampa con ella fue realmente inspirador.
Escuché un ruido a mi izquierda, ¿en qué momento cerré los ojos para visualizar? No lo se, pero me vi sintiendo como latía el bosque, como las hojas se movían con el viento, noté el crujir de las ramas caídas y corrí, cuando llegue a donde estaba mi presa, me agaché tras los arbustos y vi a un gran jabalí, revolcándose en la tierra. Toqué la tierra bajos mis pies, la sentí cálida y quise transmitirle todo lo que sentía en ese momento y lo único que tenía en ese momento era hambre y por alguna extraña razón aquella hermosa naturaleza me concedió aquello que le pedía. El jabalí murió sin daño alguno, con los ojos cerrado y en paz. Así que le prometí a esa tierra que nunca sufriría ningún daño y le agradecí profundamente aquel regalo.

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