Capítulo 10

De camino recordé quien era aquella chica, era la profesora... ¿Pero por qué huía Becer de ella? ¿Acaso la odia tanto por ser una simple profesora? No lo entendía...
Llegamos a Arriate y como dijo, llegué sana y salva. Pero mi cabeza seguía aún con la idea de que Antonio escapaba de la profesora nueva. Pero, ¿por qué?
-Espero que te haya gustado el paseo y que te haya servido para darte cuenta de que no soy tan malo como piensan algunos...
-¡Claro que no! Jamás pensaría que tu fueras malo, un poco macarra por lo de la moto y eso, pero malo nunca. 
Y volvió a ausentarse, como si lo que le acababa de decir le dejara pensando en si realmente era malo o no... Pero alguien como el no podía ser malo, era extraño, pero malo no.
-Antonio... -el puso toda su atención en mí- ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro, dispara.
-¿Tanto dejaste atrás?
Se quedó parado, pensando en lo que le acababa de preguntar.
-¿A qué te refieres?
-Dónde tú vivías antes... ¿tanto dejaste atrás para que estés en todo momento tan ausente?
Entonces, su expresión dulce se endureció, bruscamente se puso el casco y arrancó la moto.
-Si tu supieras... -susurró. Pensando que no le escucharía.
Entonces, giró el manillar y me dejó ahí sola, en la puerta de casa y me sentí como si me hubiese dejado en mitad de una carretera desconocida, como si mi ángel de la guarda se hubiera esfumado. Con él me sentía protegida, como si nada fuera a hacerme ningún mal.
Desperté del pequeño trance mientras le veía marchar a gran velocidad calle arriba. 
-¡Pero que es lo que pasa aquí! -Se abrió la puerta de la casa mientras mi abuela gritaba sin cesar, sin saber que había sido tanto alboroto. -Niña... -se suavizó cuando me vio a mí.
-Abuela. Me voy a la cama. -le solté medio llorando mientras corría hasta mi habitación, dejándola sola en la puerta de la casa.
Menos mal que mi abuela era comprensiva, pues, no vino en toda la noche haber que me pasaba y se lo tendría eternamente agradecida, ya que me pasé toda la noche lloriqueando en una esquina de mi cama. Entonces, escuché el motor de una moto aparcando en la puerta de casa, hasta ese momento no supe el motivo por el cuál lloriqueaba como una niña pequeña. Escuché atentamente mientras alguien tocaba a la puerta.
-¿Está su nieta? -Dios mio... Era su voz.
-Sí que lo está, pero tu no entraras en esta casa. Nunca más.
-Señora...
-¡Ni señoras ni señores! Eres un desgraciado y no vas a jugar con ella.
Yo me quedaba atónita a lo que estaba escuchando.
-Déjeme que me explique.
-No. -Un no muy, muy rotundo por el tono de su voz.
-Por favor...
-No entiendo por qué insistes tanto en explicarte y en verla de nuevo.
-Por favor... señora, necesito explicarle...
-Esta bien, pero que sea corto.
Hubo un breve silencio. No sabía que estaba pasando, ni por qué mi abuela estaba tan alterada... ella no sabía quien era él. Pero me quedé quieta, incluso, aguantaba la respiración.
Pero a pesar de mi intención de quedarme quieta y no hacer ni un solo ruido, sólo percibí murmullos en la planta de abajo. Así que me propuse a levantarme lentamente y llegar hasta la escalera, allí se escucharía todo.
Cuando llegué a la escalera, Antonio ya le habría explicado sus razones a mi abuela, pues, ya se estaba marchando y mi abuela se dirigía hacia las escaleras.
-Abuela. -La llamé desde mi posición cuando me aseguré que Becer se había marchado ya.
-Niña, vístete. Te marchas.
-¿A dónde abuela?
Mi abuela apareció en la esquina de las escaleras, con la cara blanca, asustada.
-Te vas y no hay más que hablar.
Mi abuela cada vez tenía la cara más blanca, así que bajé corriendo las escaleras.
-¿Quieres un poco de agua? -le pregunté asustada.
-No... lo que quiero es que te vayas de aquí. ¡Ya!
Me paré en seco, tanto que estuve a punto de caer por las escaleras.
-Abuela... -un murmullo salió de mi boca.
-Fuera te espera Becer. Quiero que vayas con él. ¡Ya! ¡No quiero verte más aquí! ¡Sal!
Su voz urgente hizo que me diese prisa a hacerle caso, así que me apresuré a salir de la casa. Vi fuera a Antonio, esperándome encima de su moto, mirando en todas las direcciones, entonces, se percató de mi presencia en la puerta de casa.
-Silvia... ven.
-¡No!
Mi abuela apareció por detrás.
-Silvia. Te he dicho que te vayas con él.
-Quiero saber por qué.
-No hay tiempo Silvia. -Dijo Becer.
-Él tiene razón, quiero que vayas con él. Quiero que le hagas caso en todo lo que te diga. Ve muchacha... yo no podré hacer nada contigo.
No entendía nada, miré a mi abuela, tan serena... aún teniendo la cara pálida. Miré a Antonio, igual de sereno, pero ya no había en sus ojos lo que antes veía; dolor, sufrimiento, odio. Ahora veía pánico y miedo en su mirada.
-Me lo explicaras todo en cuanto lleguemos a dónde sea que vayamos. -le dije a Antonio mientras me subía en su moto.
-Estate segura. -me prometió.
Miré a mi abuela, mientras, una lágrima se nos escapaba a las dos. Lanzó un beso al aire, en forma de despedida. No supe cuánto tiempo estaría sin verla... no sabía nada del asunto que se traían entre manos mi abuela y Antonio... ni de qué se conocían. Pero mi abuela me había dejado a cargo de Becer. Algo muy malo y extraño estaba pasando...

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Capítulo 27

Capítulo 14