Capítulo 2

Después de tanto tiempo trás la muerte de mi familia... ya vivía en Arriate, un pueblecito de Málaga. Vivía con mi abuela y bueno... yo me transformé en una persona de lo más extraña, no superaba la muerte de mi familia, claro que... me sentía culpable. Si hubiese llegado un rato antes, ellos estarían vivos. Sí, la casa se hubiese quemado, pero yo no tendría que estar viviendo fuera de Almería, ni tampoco fuera de mis amigos... y estaría con mi familia.
Al poco de llegar a Arriate, me matricularon en el instituto. Un acontecimiento, que mucha gracia... no me hizo, si os digo la verdad... Y menos me gustó cuándo llegaba tarde al despacho del director y me topé con una chica menuda.
-¡Pero será posible! -grité con mala uva y agachandome para recoger las cosas que se me habían caído de las manos.
-Perdón... es que, bueno... estoy perdida. -se disculpó mientras me ayudaba.
-Quita tus manitas de mis cosas... -mi voz sonaba cada vez más borde.
-Lo siento... no quería...
-Deja de pedir disculpas. No te vuelvas a cruzar en mi camino. ¿Lo has entendido? -Su cara lo decía todo. Estaba muerta de miedo, por dos sencillas razones. Aquella chica era la nueva, y con la primera que se encuentra tiene que ser con la que menos comunicación quiere tener con las personas de su entorno...
La otra razón, supuse, que era por miedo a ser más rechazada aún.
-Quitate de en medio. Ya.
Me encaramé a ella justo cuando se apartaba. Ella siguió hacia delante, con la cabeza gacha. La miré con pena, me recordaba a mi primer día de colegío en Almería, no conocía a nadie, todos los grupos ya estaban formados, pero encontré alguien tan solo como yo. Pero no debía de juntarme con ella, ni mucho menos. No quería nadie, y digo nadie, cerca mía.
Llegué al despacho del director pensando en mis cosas, me senté en la silla de ''espera'' mientras este hablaba con una chica joven. Seguía en mis cosas cuando se abrió la puerta y la chica salió.
-Hola. -me saludó.
La miré y me miró con sorpresa, me escrutó con la mirada mientras seguía su camino, se dió la vuelta una vez más y dio un giro rotundo.
Esta gente cada vez está más chiflada.
-Señorita Martínez. Entre. -la voz del director se notaba cansada.
Entré, cerré la puerta y me senté en la silla del acusado. Así la llamaban los chicos del instituto.
-Bien... escuche Señorita, me gustaría recomendarle hoy la clase de geometría, está interesante.
-En realidad... Director, había pensado más bien ir a clase de apoyo.
-También es una buena idea, así conocerá a la nueva profesora, además, por lo que he visto necesita refuerzo con Tecnología y esta chica se encargará sobre todo de informática y tecnología.
-Claro... que ilusión. -hice un gestos con las manos como si estuviese aplaudiendo y sonreí falsamente.
-Se que es duro Silvia y...
-No vuelva a hablar de lo duro que es, Señor Director. -me levanté bruscamente y salí de allí.
Cogí mi iPod, busqué los auriculares por el bolso, encendí el iPod, encontré la canción perfecta para ese momento de melancolía y rebeldía que me entraba cada vez que sacaban el tema prohibido.
Recorrí los pasillos como un fantasma, invisible a los ojos de la gente, estaba teniendo ese don en cuanto llegué a Arriate.
En clase me esperaba una sorpresa cuando entré.

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