Capítulo 3

-Tú, quitate de mi sitio. -la miraba furiosa.
-¡Oh! yo... bueno, no había otro sitio y este estaba vacio... ya voy.
-Rápido.
-Si... -la chica nueva se levantó y dejó sus cosas en el pupitre de al lado.
Yo me senté, aún con la música puesta, miré a mi alrededor y vi que había también un chico nuevo, pues nadie sería capaz en este maldito pueblo, vestirse entero de negro. Tenía los hombros tensos y el pelo lacio hasta debajo de las orejas.
Fue entonces, cuando el Director entró con la profesora nueva. Me sorprendió cuando vi que era la chica con la que me habia cruzado en el mismo despacho, aquella joven que me miró como si fuera una extraña.
-Todos callados, sentados y calmados. -la frase la repitió unas cuantas veces, hasta que por fin, todo el mundo le hizo caso, claro que... cada uno a su manera. -esta es vuestra nueva profesora. Os dará todo tipo de apoyo que necesitéis, pero se centrará más en informática y redes.
-Es una friki... ¿has visto su carpeta de pingüinos? -me susurró sin venir a cuento la chica nueva. Giré la cabeza, la miré y contesté.
-A mí me gustan los pingüinos.
-¡Y a mí! yo soy súper friki también, lo que pasa, es que ahora no quiero parecerlo tanto... -su voz cada vez bajaba mas la intensidad del volumen.
-Ya...
-Bueno, me llamo Carolina. Tengo vuestra edad, pero acabé el curso mucho antes que vosotros y estoy ahora de prácticas. Algunos ya me conoceréis, para los que no me conozcáis, yo soy de aquí de Arriate.
-Bien... ehm... yo me voy. Te los dejo. -nos señaló.- y como a vosotros se os ocurra hacerle alguna trastada, hablare con vuestros familiares.
Me fijé en que desde que llegué y supo quien era yo, nunca decía delante mía, la palabra ''padres o madres''.
Hubo momentos en la clase que la nueva proferosa, Carolina, no paraba de mirar en mi dirección y a la otra chica nueva, Ariadna.
Yo, en cambio, miraba al nuevo... era diferente. Tenía un no se qué misterioso.
Pero algo empezó a molestarme en mi brazo izquierdo. Miré y era Ariadna, dandome con un dedito y susurrando.
-En clase no se puede escuchar música. En clase no se puede escuchar música. En clase no se puede escuchar música...
-Callate ya.
-En clase no se puede escuchar música.
-Dejáme, ¿quieres?
Quedó cabizbaja. Volví a tener pena por ella, pero no lo demostré.
Cuando por fin acabó la clase, recogí mis cosas, me levanté y ni siquiera miré a Ariadna. Salí de clase y tampoco me di cuenta de que alguien me seguía, hasta que escuché pasos. Me di la vuelta y me quedé paralizada.
-¿Por qué me mirabas tanto en clase?
¿Pero como lo sabía? Él estaba mirándo a la pizarra, no atrás.
-Yo... no te miraba. Ni si quiera te conozco.
-¡Oh! Claro... me llamo Antonio. Y tú debes de ser... Silvia, ¿me quivoco?
-¿Y tú... tú cómo lo sabes? -estaba nerviosa.
-Bueno... no sé si lo sabrás, pero eres la novedad en estos días.
-¿Y eso por qué? -claro que yo lo sabía, pero no se me ocurrian más tonterías que decir.
-No sé. Si te digo la verdad... yo soy nuevo, desde principio de curso, no de ahora, yo ya he pasado por esto que estás pasando tú... me refiero, a que eres la novedad.
-¿Y por qué yo? Hay una nueva alumna y una profesora...
-Pués porque la nueva profesora, en este pueblo no es tan nueva, la nueva alumna... es de otra ciudad. Pero tú eres de aquí, naciste aquí.
-Ya... bueno, me tengo que ir, me espera mi abuela.
-Adiós.

Antes de volver a casa, di una vuelta por el pueblo, sabía que la gente me miraba, nadie me quitaba ojo por dónde pasaba, incluso escuché susurros que decían que me parecía tanto a mi madre, que parecía ella. Al escucharles, tuve que volver a casa lo antes posible... en el camino ya se me caían lágrimas.
-Pero niña, ¿qué te pasa? -mi abuela me abrazó.
Le conté que me había ido a dar una vuelta y lo que escuché.
-Pequeña... ahora te costará, pero ya verás como después no te importarán lo que hablen. Yo pasé por algo parecido.
La miré sorprendida y con mirada interrogativa alazando una ceja.
Rió y empezó a contarme.
-Esto pasó hace muchos años, cuándo me quedé embarazada de tu tío Cristóbal. Nadie lo sabía, pero llegaron rumores de que tu abuelo y yo aún no estábamos casados. Era cierto, no estábamos casados aún, hacía poco que empezamos la relación... -bajó la mirada entristecida.- entonces tu abuelo, había ido a la guerra, tenía que volver pronto, pero mientras, yo estába aquí sola, solo con la ayuda de mi madre. Antes este pueblo era mucho peor que ahora, antes hablaban más he incluso se inventaban cosas que no tenían nada que ver con la realidad. Cuándo tu abuelo volvió de la guerra, gracias a dios que estába sano y salvo. Nos casámos, pero mientras... lo pasé muy mal. Fuese dónde fuera, todo el mundo me mirába y cuchicheaban, las amigas que tenía, no nos podíamos ver, sus madres les obligaban a no mirarme si quiera. Y en esa época niña... o hacías caso o a saber que podrían hacer.
-Abuela... -dije cuándo terminó y vi el momento.
-Dime pequeña.
-¿Tú querías al abuelo?
Me dedicó una meda sonrisa.
-¿Que si lo quería? Hija... lo sigo amándo como el primer día.
-Pero Paco...
-Hay muchas maneras de amar a una persona cariño. Yo amaba a tu abuelo, como el primero, ahora amo a Paco como el último hombre en mi vida. Es difícil de entender. Pero yo amaba a tu abuelo muchísimo.
Le dediqué una sonrisa ancha.
-Hace mucho que no veo esa sonrisa.
-Ya... hace mucho tiempo que no tenía una razón para sonreír abuela.
-Lo sé, es muy duro lo que te está pasando y a tan temprana edad pequeña.
Me quedé callada, mirándola a los ojos.
-Abuela... -me miró interrogativa y me fijé que teníamos la misma expresión de ojos.-intentaré cambiar.
-Si tu estarás mas felíz cambiándo, hazlo, pero solo por tí. Por nadie mas.
-Claro abuela...
-¿Estás mejor?
-¿De qué?
-Bueno... has llegado llorando, ¿estás mejor con eso?
-Oh... sí, me ha servido mucho poder hablar contigo.

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